Temporada de invierno empieza en el verano. Allí, el cuerpo y la naturaleza son pura analogía. De este modo, cual un hipérbaton, la montaña, la mano y la palma están invertidos. Es como si el verano fuera el invierno o estuviera en su lugar (“Es verano. /Aquel brillo entre las piedras /podría ser la nieve”)
Por esto mismo, se imponen las formas verbales “inseguras”: el condicional, el imperfecto y algunos tiempos del modo subjuntivo imperan en el libro; no estamos seguros de nada pero estamos. Es que no hay naturaleza (como opuesto a lo humano) porque hay ilusión de naturaleza (1): hay médanos, rocas, higueras, mar y espuma de mar, espigas, pumas pero al mismo tiempo no hay nada. Así, entre ese cuerpo y esa naturaleza hay sin solución de continuidad una sola materia, una especie de cinta de Moebius que se junta y se separa del derecho y del revés.
En Temporada de invierno la comparación es la base de lo poético; es el como que une dos mundos aparentemente distintos pero tan parecidos:
“La montaña cabía en la palma
de una mano”(p.11)
“Ahora tu cuerpo es un punto entre las dunas” (p.16)
“yo había sido también la roca de
la vertiente” (p.17)
Dichosa como la nube que ahí pasa”(p.19)
Luego se llega a una identificación nuclear del texto “yo soy mi padre” (p.20) así como Rimbaud dice “Je est un autre”; como yo soy montaña, piedra, arena ad infinitum. Carolina Esses logra en esta Temporada de invierno, su nuevo poemario, un entramado poético que nos envuelve y nos protege de lo que vendrá. Así, en esta “larga temporada de invierno” se constituye una serie donde piedra y distancia, hermana y padre se encuentran en una distancia próxima, como lados opuestos de una misma hoja.
“COMO EL ABEDULen el confín del parque
tan a la mano
con sus hojitas de sombras suspendidas
y a la vez tan remoto.”
Yaki Setton (Buenos Aires)
(1)“¿Por qué te finges piedra, viento, pájaro?” A. Ajmátova citada en el libro.
En este mismo número de EdM, publicó una nota Carolina Esses
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