El día de las corbatas, por Mónica Yemayel









Sentencia a la violencia de género como delito de lesa humanidad. Primer caso en Argentina, en un fallo del Tribunal Federal Oral N°1 de Mar del Plata, de junio de 2010.





Se puede llegar hasta la esquina de Alberti y Alsina en la ciudad de Mar del Plata y encontrarse con una casa construida en la tradición de piedra y madera oscura y dura, con escaleras que crujen al subir al primer piso, una sala de reuniones amplia con una mesa ovalada y ocho sillas color verde, olor a cera, luz tenue, una pizarra con marcadores, bibliotecas con tomos de tapas duras y, en los pocos espacios libres de las paredes, veintiséis diplomas enmarcados y una copia de un cuadro de Diego Rivera.




     Se puede llegar hasta allí, hasta la casa de piedra que es un estudio legal, para hablar con el abogado penalista César Sivo sobre el caso de una mujer y sus cuatro hijos que fue, hace trece años atrás, la primera experiencia de un programa de testigos protegidos, en una causa por doble homicidio en la que él participó. El abogado escucha, habla, dedica un tiempo generoso a reconstruir aquella historia. Pero habrá un momento – que llega, tal vez, después del café, cuando a través de la ventana se vea más movimiento en las calles, la gente haciendo las compras, los colectivos deteniéndose con más frecuencia en la parada de la esquina- en que quiera hablar del presente.





Verdugo, torturador, asesino, violador. Así define César Sivo al ex suboficial de la Fuerza Aérea, Gregorio Rafael Molina, encargado de Operaciones e Inteligencia del centro clandestino de detención denominado La Cueva, que funcionó en el predio de la Base Aérea de Mar del Plata, durante la última dictadura militar.    


    Y así, como verdugo, torturador, asesino y violador, fue condenado el 12 de junio de 2010 por el Tribunal Oral Federal N°1 de Mar del Plata. Un fallo que, por primera vez en Argentina y cuarta vez en el mundo, atendió el pedido del abogado querellante para condenar la violencia de género de manera autónoma del delito de tormento. La violación y la vejación sexual entendida por fin en la justicia como un delito de lesa humanidad.


    El alegato de César Sivo se valió de la historia de otras mujeres abusadas a lo largo del tiempo, en oriente y occidente, hizo que hablaran en su relato, que contaran a través suyo la brutalidad y la degradación que vivieron, trajo aquellas voces para que fueran un eco preciso de las voces de las mujeres que estuvieron en La Cueva y que, como aquellas otras, fueron las víctimas de un plan sistemático, de una forma de ataque planificado. Nada fue casual, nada un desborde, nada un hecho aislado ni un exceso.


    Ni en Nuremberg ni en Tokio, en los años ´45 y ´46, se condenó la violencia sexual. Recién en el Convenio de Ginebra, en el ’49, se incorporó el delito como un atentado contra el honor. En los ´80, será la presión de los movimientos de mujeres y derechos humanos la que influyó para que la violación deje de ser un acto privado en el que el Estado no podía intervenir; así, empezó a incluirse en los códigos penales como un delito, una violación a los derechos humanos y una forma de tortura. El enfoque de violencia sexual comenzó a consolidarse en los ´90; en el ’92, el Comité Internacional de la Cruz Roja declaró a la violación una grave infracción al derecho internacional humanitario. Ese mismo año, el Consejo de Seguridad, declaró delito internacional a la detención y violación masiva, organizada y sistemática de mujeres -en particular se refirió al caso de tres musulmanas en Bosnia, Herzegovina. A partir de allí, en 1998 el Tribunal Penal Internacional para Ruanda declaró, por primera vez, culpable a un acusado de violación como crimen de lesa humanidad. Siguió, en 2001, el caso de la ex Yugoslavia, y las órdenes de detención para dos sospechosos sudaneses en el año 2007.


    El abogado habló de la violencia sexual en las bases militares de Manta y Vilca, en Huancavelica, Perú, entre los años 1984 y 1995; del alcalde de Taba, Jean Paul Akayesu, en Ruanda; de la población de Foca, en Herzegovina, abusada por el comandante Kunarak y sus cómplices; de Guatemala y el caso de la Masacre de Plan de Sánchez, en 2004; de la violación de dos millones de mujeres alemanas por los rusos; de las mujeres en Hungría violadas por los alemanes primero y los rusos después. Habló de las “mujeres confort” que en Corea y Filipinas, entre los años 1932 y 1945, fueron obligadas a servir como esclavas sexuales de las Fuerzas Armadas de Japón.


    Y así como trajo el relato de las víctimas, el abogado citó la voz de los jueces que en La Haya, en el año 2000, sentenciaron al Emperador Hiroito, a los militares y funcionarios responsables de los actos de violación y esclavitud sexual como delitos de lesa humanidad: “A los jueces, les gustaría dedicar esta decisión a todas las sobrevivientes. El testimonio de sus experiencias traumáticas frente a cientos de espectadores demostró su fortaleza y dignidad y, por eso, me pongo de pie para hablar de las testigos. Los crímenes cometidos contra estas sobrevivientes sigue siendo unas de las mayores injusticias no resueltas de la Segunda Guerra Mundial”. César Sivo trajo las voces de aquellos jueces para que, de algún modo, dialogaran con las de los jueces que el 12 de junio de 2010, en Mar del Plata, tenían la posibilidad de redimir el dolor de las mujeres que estuvieron en La Cueva.


    “Lo importante no es lo que han hecho de nosotros sino lo que hacemos nosotros con lo que han hecho de nosotros”, la referencia a Sartre fue el comienzo del tramo final del alegato de César Sivo en relación a la violencia de género: “cada uno de los testimonios nos permite juzgar a Gregorio Rafael Molina, también, por estos actos, y les permite a ustedes, señores jueces, poder mostrar al mundo que la violencia sexual en la Argentina -esta violencia sistemática- se sanciona, se castiga y los culpables responden por eso”.





Charly, Sapo, Charles Bronson, eran todos el mismo Molina que circulaba por La Cueva haciendo ostentación de pistolas y granadas, y un anillo de oro.


    “…hubo una actitud en el Tribunal Oral de Mar del Plata que, en determinado momento, me permitió decir ¨fui violada¨, violada por quien, en La Cueva, era Charly, no Molina...También, porque él estaba allí, en el juicio, como represor, pero el día que se sentó a declarar hizo un gesto con la mano y entonces pude ver el anillo de sello, de oro, de los que antes llevaban los hombres: era con ese anillo que nos tacaba para que nos sacáramos la capucha, para que supiéramos que era él, y que nos iba a violar. Entones pensé: tengo que hacer algo para que sea también imputado por eso”. La psicóloga Marta García de Candeloro, que declaró como testigo en el juicio, estuvo detenida en La Cueva durante tres meses. Es la única sobreviviente de la operación que los militares llamaron “La noche de las corbatas” y que significó el secuestro y la desaparición de abogados y auxiliares de la justicia marplatense, en la noche del 6 de julio de 1977. Jorge Roberto Candeloro, el marido de Marta García de Candeloro, fue secuestrado y, más tarde, torturado y asesinado en La Cueva.


    En la sentencia del juicio del 12 de junio de 2010, Gregorio Rafael Molina fue condenado a prisión perpetua, entre otros delitos, por el homicidio calificado de Jorge Candeloro; pero, además, Charly fue condenado por la violencia sexual descargada sobre Marta García de Candeloro y otras mujeres que estuvieron en La Cueva.





Cuando por la ventana se vea menos gente caminando en las calles, volveremos a hablar de los testigos protegidos, de las consecuencias de decir lo que se sabe, de no callar. Entonces, el abogado dirá que en el caso de Molina, dos ex conscriptos decidieron correr el riesgo de contar lo que habían visto en La Cueva. Llegaron a Mar del Plata desde una ciudad de alguna provincia escoltados por fuerzas de civil, declararon en el juicio y cuando tomaron el avión para partir hacia un lugar donde nunca antes habían estado, ya no eran los mismos: sus identidades decían que eran otros.




Mónica Yemayel


Buenos Aires, Edm, abril de 2012

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