Poemas: Serie materna, por Liliana Lukin



1.



mamá me dice a mí



“mamita”: me ama mamá,



cuando no sé cómo



hacerle olvidar el futuro



y le digo “pero mamá”,



y es todo, esa objeción en



medio de la vida que el lenguaje



alcanza a la boca:



“pero mamá”, le digo y la beso



con eso, la beso











2.



proliferar se ha vuelto



una frase, las volutas del



deseo de proliferar en mí misma,



las punzantes intenciones



se disuelven en accidentes



mentales, circunvoluciones



en desuso, el cuerpo vivo



de las ideas muertas frente a mí







3.



mi madre ha decidido



su pequeñez, en cambio,



en un proliferar conciso,



no manifestado como voluntad



en extensión: ella ve el hueco,



ve el fondo, pide levitar







5.



mamá y papá le hacen un agujero en la frente



al magma que los cerca: con delicadeza



cuidamos que la densidad del crimen no supere



su acto de justicia, cometemos errores todo



el tiempo, como un trabajo obtuso realizado



a conciencia: equivocar, equivocarse, equivocarnos,



mientras ellos sostienen con cerrada tristeza



su cabeza, dilatan el margen, hacen



sus operaciones, inventan



equilibrio, más allá del bien y del mal












Serie Materna II



1.



no lo que la lengua habla



sino la lengua en su rosada



carne, vulva de otra cavidad,



no las delicias de la lengua



en su sonora luminosidad



de hacerse agua,



no el sentido en la palabra



sino ese instrumento de



felicidad ardiendo dentro,



córnea de lo invisible



al tacto ciego,



no el pacto de entender



sino la comprensión mordida



hasta hacer sangre



y ver cómo



la letra entra entera,



no lo que la lengua quiere



decir en tanto hiere o adhiere,



sino la lengua en su poca



materialidad de madre



en el parto caliente de la boca










Serie Negra




1.



He descubierto una rama de odio



en la magnolia del parquecito:



no es de nadie el árbol, el paseo,



el descubrimiento.







De quién es el odio?



Ama la magnolia su brote,



su rama que estalla a punto



de floración bella y blanca?







Qué estupor ver esa especie



creciendo, su inocencia



aparente en la forma de



encarnar,







qué deseo de un



alerta a los sentados, los solos,



los amantes de la sombra,



decir: cuidado allí, cuidado así







yo misma asustada



todavía, conjeturando sobre



modos sorpresivos de proliferación



de un sentimiento







en el reflejo del cristal que el hielo deja



en el tapiz, el musgo en la terraza,



dentro del poso de la taza de café,



hay un odio que crece para alguien







en el cuajo de leche y en la cepa



del vino y en el hilo de coser



puede haber odio.







Camino hacia la zona de luz,



salgo del bosque casi artificial,



de utilería los bancos en la grava,



llevo la rama







pesada, todo lo que miro



se enturbia en el agobio



del recuerdo de un árbol.







Mala semilla durmiendo



entre nosotros, para siempre burlados



en la idea de un Jardín.









2.



Hay una vanidad del sufrimiento y una



vanidad de la tristeza:







vierte desconsuelo de distinto



calibre producir hilachas



segadas en hiladas que van



pudriéndose,



rostros de lo que sucumbió



a montañas en escombro,







hilos de hule en el manto



quebrado de toda protección







en hilachas, la sed de aguas



servidas, husos que no



sobrevivieron



a intención de usar



ni a impulsos de huir,



pérdida tras un sueño, hilachas







tempestad para hacer rescoldo y coser



el miedo al odio, rostros. 












3.





Fin de fiesta:



el universo



como cantera de muertes



prematuras,







mal



olor a la mala conciencia,







de la historia singular



fosas plurales,







en lo que el grito no se oye,



la risa vaga por el reir de la tierra:







y esas miradas que actúan



lejos de la pregunta por el origen:



dónde empezó, qué error, en qué



larva inacabable ha tenido lugar?











4.



Fiesta:




esto que apresura la penumbra no es un movimiento natural determinado por la hora, el sol, las nubes, cierto aire de tormenta: es la aflicción que vuelve y no tiene forma ni sonido, el derrumbe o derrame de sentidos que imaginé más fuertes que la pena de los hechos: actos pequeños, feroces, como de niños sin inocencia. 





He disfrutado del poder de poder: asqueada me escucho gritar y me padezco ante el oído ciego de lo hermanado que se desgarra. 





¿qué importa lo que se dijo allí, contrastado en el ojo de un suceder público y secreto, sus signos reptantes, su incontinencia mordaz? 





Lo que se dijo no es mayor que lo que se hizo. 





Alcanzar la calma, aceptar un vacío: limpiar un espacio en el pasaje de las emociones: escuchar un silencio como ideas líquidas que cavan el pensar, aceptar un vacío y ver con estupor que no hay vacío, hay aflicción.










Liliana Lukin, 


Buenos Aires, EdM, octubre 2012


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2 Comments

  1. Excelente entrega - palabra que aloja efectos de lectura- de "la" Escritores del mundo de noviembre.
    Magníficos los poemas de Lukin. Inteligentísimo Vitagliano. Precioso el texto de A. Rodríguez, acompañado de minué. Cada texto ha traído lo suyo y, en el conjunto, resplandece. Saludos. Gracias.

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  2. Liliana Lukin es impecable.
    Qué gusto leer esta serie.

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