Otra mañana sin Miguel Abuelo (21 de marzo de 1946-26 de marzo de 1988), por Germán Maggiori











 Miguel
Peralta (Miguel Abuelo) decía que Los
Abuelos de la Nada

eran una estrella de seis puntas, estoy hablando de la formación más
exitosa de la banda, la que lo hizo brillar como nunca antes ni
después. Cachorro López conoció a Miguel en Ibiza por el año
1979. Europa estaba entonces llena de argentinos errantes que huían
de la oscuridad en la que estaba sumida la Argentina. Miguel se había
ido a buscar suerte allá porque estaba cansado que la lo encanaran y
lo cagaran a palos acá. Se había ido bastante antes, por el 71.
Durante algunos años la cosa funcionó, dentro de lo esperable, más
o menos bien; pero la oscuridad volvió a posarse sobre el joven
artista y por esas cosas de las malas noches cayó en cana, y como a
todo indocumentado la vida se le complicó de muchas de las horribles
maneras que se pueden complicar cuando sos un sudaca en el primer
mundo. Ahí comenzó un peregrinaje por distintas penitenciarias que
terminó en la cárcel Modelo de Barcelona, el lugar donde guardaban
a los nenes más pesados de la península. En ese agujero estuvo
detenido uno de los más grandes poetas que dio esta tierra, entre
ladrones, asesinos y estafadores. Si la cárcel lo endureció, lo
supo disimular muy bien. Miguel era de esa clase de genio que
aprenden de absolutamente todo. “La vida es un libro útil para
aquel que sabe comprender”, reza uno de sus versos más famosos.
Miguel tuvo una vida a la altura de su obra, desenfrenada, dura,
luminosa, llena de adrenalina y magia, los ingredientes de los que
está hecha su principal fortaleza, aquello que lo empujó a
sobrevivir a todas las adversidades y desafíos que le impuso el
destino: su alegría. La alegría estaba en el núcleo de su ser, era
su ángel privado. Algo de eso debió haber percibido Cachorro cuando
lo encontró y se propuso repatriarlo. La historia es conocida, a
partir de esas dos puntas originales, la estrella siguió creciendo,
sumaron a Calamaro, a Melingo, al Vasco Bazterrica y a Polo Corbella;
entre todos hicieron un puñado de canciones eternas y en el año 81
devolvieron a Argentina -trajeron de vuelta en realidad- la alegría
que la historia había exiliado. Me gusta pensar a Miguel como un
refugio de esa alegría perdida, que siguió latiendo en su pechito
valiente, deambulando por Europa bajo distintas formas: rey pagano,
gitano embrujador, artesano, trovador callejero, ciruja y hasta
impostor, asumiendo distintos rostros, esperando, a veces con
paciencia y otras con furia, la primavera. 








Y
la primavera llegó, y un día la gente se acordó de cómo era
bailar, el día que este lumpen fabuloso y sus increíbles Abuelos,
subieron por primera vez a un escenario y cambiaron la historia de
nuestra música. 


 





La
primera foto es del año 84, la banda se encontraba grabando su
tercer disco, “Himno del Corazón”, en los estudios Mediterráneos
de Ibiza. Se ve al saxofonista Alfredo Desiatta, que había tomado
el lugar de Dani Melingo que entonces estaba abocado a Los Twist, a
Miguel Abuelo con unas gafas bien de los ochenta, a un Andrés muy
pibe todavía, y al bueno de Cachorro López. Las cosas habían
cambiado mucho desde la última vez que Miguel y Cachorro estuvieron
en la isla, ahora eran estrellas, los trataban como a reyes. Hasta
los invitaron a participar de la fiesta anual en honor al Santo de
Cala Llonga. Desde el escenario, Miguel podía ver la casa donde
había sido detenido unos años antes, donde comenzó su periplo por
las cárceles europeas. Pero eso no es todo, cuando terminó el show,
un representante del ayuntamiento le dio la llave de la ciudad en un
acto de justicia poética extrañísimo. 


















En
la otra foto se los ve además con Bazterrica y Polo Corbella de
parranda con Nina Hagen y sus músicos, que estaban grabando también
en Ibiza. El mundo les quedaba chico a estos pibes.









Germán
Maggiori








Buenos
Aires, EdM, marzo 2013










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2 Comments

  1. LINDA SEMBLANZA.
    SALUDOS,
    EDUARDO RUBINSCHIK

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