En noviembre de 2014, el Ministerio de
Cultura y la Facultad de Filosofía y letras (UBA) organizaron el encuentro
“La letra argentina. Lenguajes, políticas y vida en el siglo XXI”.
Durante dos días se reunieron más de veinte
narradores, poetas y críticos a exponer sus ideas y discutirlas. Las ponencias
fueron compiladas en un volumen. EdM tomó una de ellas, la del poeta Sergio
Raimondi analizando un poema clásico de Leopoldo Lugones.
Teniendo en cuenta que una articulación entre la literatura y la política siempre se efectúa desde una determinada escena presente – tal vez porque doy por sobreentendida esa escena presente que nos renueva el modo de la pregunta o los modos de la respuesta—, voy a cometer un presudoanacronismo: decidí traer algunos problemas en torno a Leopoldo Lugones.
En realidad, cuando me quería formular esta pregunta en torno a la relación literatura-política, me interesaba incorporar la categoría de Estado y pensar no tanto en las relaciones que ciertos escritores pueden o no establecer políticamente con el Estado, sino sobre todo en una historia de la literatura argentina donde se piense esa relación con el Estado a partir de la escritura y de las obras mismas. Específicamente –por la propia biblioteca que uno conlleva, elabora y arma— yo me preguntaba por la aparición del Estado en la poesía argentina. Pero, incluso, hay un nivel más de especificidad de este interrogante: me preguntaba si en la poesía argentina existen ejemplos en los que apareciese el Estado de un modo afirmativo. Es decir, es posible, tenemos ejemplos justamente en el ámbito de la poesía moderna donde el Estado es reconocido de algún modo, no como algo distante, no como un ente alejado, o inclusive como un enemigo, sino afirmativamente. Por eso, quise volver a un poema que, de algún modo, concentra para mí un montón de preguntas, ese tipo de preguntas que –como planteaba Luis Gusmán en su exposición— interrogan acerca de la lectura como una política o como una invitación a pensar una política de la lectura.
¿Y por qué digo Lugones? Porque Lugones fue un empleado público toda su vida, desde el correo hasta su suicidio, que lo encontró como director de la Bibloteca del Maestro del Consejo Nacional de Educación. Lugones siempre fue empleado público. De hecho, Leonardo Castellani, en ese libro que tiene sobre Lugones (que es una recopilación de varios artículos), lo recuerda en su oficina de la Dirección de la Biblioteca de Maestros, bastante apesadumbrado en sus últimos días, diciendo esta frase: “mi país me valúa en $570”. En esas palabras, uno puede llegar a detectar que en Lugones seguía estando presente la idea de un Estado meritocrático, que no se había dado, que efectivamente no funcionaba, ni siquiera con él; como si dijera, la administración no reconoce el mérito en mi salario. Pero además de ese carácter como empleado público, Lugones complejiza esa relación con el Estado porque escribió por encargo, escribió para el Estado. O sea, el Estado le pagó para que escriba. Tenemos el caso de El imperio jesuítico (1903), encargado por Joaquín V. González; también de la Historia de Sarmiento que le encarga Ramos Mejía en 1910 (le dan 4 meses para escribirlo); y hasta un encargo del Estado, a través de la Comisión de Homenaje a Roca en 1937, para que escriba la historia de Roca que nunca finalizó.
Como decía, más que la relación del Estado con el escritor, es la relación del Estado en la obra y, si se quiere, en el verso. Hay un poema que escribe Lugones para el Centenario que para mí es un poema excepcional –y también ha sido excepcionalmente despreciado— llamado “Oda a los ganados y las mieses”. Está en el libro Odas seculares, con el que Lugones líricamente acompaña los festejos por el Centenario. Pero ese poema es notablemente excepcional en el libro mismo, porque el volumen está armado simétricamente. Son diez poemas, con una introducción “A la patria” y tres secciones de tres poemas cada uno. Una primera sección está destinada a los paisajes; otra sección, destinada a las ciudades; otra sección, destinada a los hombres. Un ejemplo de la última sección: “Granaderos a caballo”; un ejemplo de la segunda sección: “A Buenos Aires”, y en la primera encontramos: “Al Plata”, “A los Andes”, “A los ganados y las mieses”. Pero lo curioso es que el promedio de los poemas del libro es de 60 versos en su extensión; en cambio, “Oda a los ganados y las mieses” es una oda de 1458 versos. Por otro lado, hay que decir que inclusive parace que Lugones había captado la excepcionalidad de ese poema, porque es el poema que elije para darle al diario La Nación para que lo publique en su edición especial por el 25 de mayo de 1910. Este largo, largo poema se publica en dicho suplemento junto a “Canto a la Argentina”, de Rubén Darío.
Ahora bien, ¿qué es lo curioso en la “Oda a los ganados y las mieses” además de esta diferencia, y de esta estrategia de publicación, realizada por Lugones? Lo curioso es que trata, justamente, de una cuestión de política de lectura lo que hace que este poema sea tremendamente despreciado desde entonces hasta ahora, se trata de la opinión de Borges. Borges fue lapidario con este poema. Dijo: “este poema es un fatigoso catálogo”, dijo “este poema es un ejemplo de que a Lugones no le interesan los temas, le interesa desplegar los fuegos de artificio de su retórica”. Por otro lado, Borges siempre citaba unos versos que efectivamente son muy difíciles de recordar, porque están tremendamente trabados y tienen algo de escandaloso. Son unos versos del poema donde Lugones escribe:
Reclamemos la enmienda pertinente
de código rural cuya reforma,
en la nobleza del derecho agrícola
y en la equidad pecuaria tiene normas...
No son, efectivamente, versos extremadamente atractivos, pero hay algo ahí a lo que quiero volver en esta relación entre la literatura y la política, pero sobre todo en la relación que la literatura tiene con el Estado y de las posibilidades de que haya una relación afirmativa de la literatura con el Estado. Para mí, el poema pone en escena un giro muy importante que tiene Lugones en su trayectoria poética y que se da entre Lunario sentimental y este poema en particular. Lunario sentimental se publica en 1909 y va acompañado con un prefacio en el que Lugones —que se identifica a sí mismo como un hombre práctico, tratando de resolver este problema que el modernismo ya tenía en relación a una poesía que no tenía nada que ver con la utilidad— dice "sí, la poesía es útil, señores". Lugones le dice a la sociedad burgesa porteña: "es tan como refinar el ganado, o administrar la renta pública".
Pero, ¿cuál era la utilidad de la poesía para Lugones? Hasta el momento, la utilidad de la poesía estaba dada por su manejo y la renovación continua de la lengua. La poesía renueva ese lenguaje que termina permitiendo la renovación del lenguaje social. Lo que la "Oda a los ganados y las mieses" cambia con respecto a esa posición, es que Lugones va a hacer un poema sobre el refinamiento del ganado, y sobre la administración de la renta pública. Ya no son comparaciones para pensar la tarea social del poeta, sino que toma como temas el refinamiento del ganado y la administración de la renta pública. Hay en ese Lugones, que puede empezar a construir una relación afirmativa con el Estado, un testimonio de que el motivo importa, de que el motivo no es circunstancial, no puede ser arbitrario, de que tiene una entidad. Y efectivamente, con respecto al planteo de Borges, en el "fatigoso catálogo" del poema de Lugones, cuando uno empieza a leerlo detenidamente, se encuentra que en realidad el poeta no está haciendo ningún catálogo, sino que está cantando una gran transformación, la transformación de la Pampa en campo. Tal vez "Oda a los ganados y las mieses" sea el primer poema de la literatura argentina donde aparece el campo como una entidad productiva capitalista. El primer poema donde de hecho, en el léxico del poema son muy pocas las apariciones de la palabra "Pampa" y muchas las de la palabra "campo" (inclusive de "pradera", "extensiones"). Lugones está cantando la transformación que hizo que la Pampa fuera una parte del mercado internacional de los alimentos. Eso está cantando y es parte de la excepcionalidad de su poema.
Por supuesto, Lugones tenía una biblioteca grecolatina: Virgilio con su Geórgicas, por ejemplo. Virgilio hablaba de la importancia del trabajo a partir del cual toda la sociedad se construía; tenemos ese medio verso tan famoso: "el trabajo todo lo vence". Sin embargo, lo que no le daba Virgilio a Lugones era justamente la contemporaneidad del capital en el manejo de los cereales y del ganado. De hecho, es muy significativo ver un aspecto aparentemente lateral en esta relación: en ambos poemas, hay una mención a las nubes. En las Geórgicas de Virgilio, cuando el poeta ve las nubes en la luna dice que ve vellones de lana. En cambio, cuando Lugones ve las nubes, advierte las formas fantasmagóricas de las flotas que vienen a buscar los productos argentinos. Es decir, en esa alternancia de la visión de las nubes está la historia del trabajo en sus distintas modificaciones y, por supuesto, la presencia del vértigo capitalista del siglo XIX.
En relación con ese vértigo capitalista, ¿qué canta Lugones en la "Oda a los ganados y las mieses"? Canta los alambrados, ese elemento que permite empezar a partir lo no-divisible que era la Pampa, terminar con la no-producción. Canta las estrategias del agua, los molinos, los diques. Canta, por supuesto, los productos químicos, los sulfuros, los bromatos. Canta, también, la nueva división del trabajo: ya no hay gauchos, y, menos que menos, indios. Hay colonos, hay peones, hay mayordomos, hay agrónomos, hay veterinarios. Eso canta Lugones. Inclusive, canta lo que al parecer —cuando uno empieza a leer el poema— es un toro. Un toro inmóvil en medio del campo. Sin embargo, en esa descripción bastante extensa, lo que en realidad parecía un toro ya no lo es, no para los ojos de Lugones ni para la poesía. Es Shorthorn. Ya no hay más un toro, hay una raza determinada, hay un biotipo que Lugones está viendo casi como juez de un concurso de Palermo. Ese toro ya casi deja de ser naturaleza; de hecho, Lugones dice: "es una fábrica". Es una fábrica porque produce kilos y kilos y kilos de carne, pero es una fábrica, además, porque está fabricado. Es un toro producto de la genética en carnes, de la transformación del ganado criollo en una mole de carne especializada. Este pasaje, por supuesto, no es ingenuo con respecto a la misma práctica poética de Lugones. Porque el poeta también se está volviendo específico, y de hecho, parte del escándalo que siente Borges ante el poema tiene que ver con la cantidad de prosaísmos, que en realidad son tecnicismos. Es decir, se trata del léxico específico de nuevas tareas agrícolas y agropecuarias. En este sentido, si uno pudiera ver la "Oda de los ganados y las mieses" desplegado en sus párrafos, todos irregulares, vería la nueva Pampa con sus campos y sus formas geométricas, en las que dividen las distintas áreas de la producción.
Entonces, puedo avanzar un poco más en la hipótesis: ¡Lugones está cantando al Estado! No está cantando a los ganados y a las mieses, está cantando al Estado, está cantando a lo que un Estado logró. De hecho, hay un momento en el que está hablando del colono y leemos estos versos:
Ayer, en el diario, le han leído
las cantidades que el país exporta.
Con nueve toneladas en un año
va a hacer cuarenta que iniciaron la obra.
¿De qué "obra" está hablando? Está hablando de la obra del Estado Nacional. Incluso, hay tres sutiles menciones a lo largo del poema a Mitre, a Sarmiento y, por supuesto, a Roca. (Lugones es el poeta del roquismo). A Mitre, como uno de los que empieza a formar el Estado argentino; a Sarmiento, por la palabra, lo rescata por haberle dicho "marido de la Pampa" al eucalipto; y a Roca, sin duda, por el orden, que Roca prefería nombrarlo como "paz". Sin dudas, el orden necesario para encarar esta transformación de la Pampa en un campo capitalista. Es el Estado el que genera las inversiones extranjeras para que ese tren cruce el campo, y también el poema de Lugones, cada rato. Es el Estado el que organiza una política inmigratoria. Es el Estado el que, inclusive, está favoreciendo las instituciones de conocimiento específico que necesita ese nuevo campo. De hecho, una de las cosas que Roca hace en su segunda presidencia, antes de irse, es la inauguración de la Facultad de Veterinaria en 1904.
Entonces, no sé si es un "fatigoso catálogo"; o si, en todo caso, es "fatigoso" para Borges pensar en una literatura en relación al Estado. Porque en realidad en ese catálogo de cereales, de ganado, de comidas, de nuevos sujetos del campo argentino —ese catálogo que se le hacía tan fatigoso a Borges— lo que es posible ver es la prosa administrativa que un Estado nuevo estaba necesitando. La necesidad de enlistar, de clasificar, de normativizar, los modos expediente, los modos memorándum. Todo el esquema escriturario que supone un Estado nuevo, como ese que estaba viviendo la Argentina. Es decir, ese catálogo fatigoso tenía que ver con una nueva funcionalidad, con nuevas necesidades, y con nuevas prosas. Es más, tanto ese catálogo como su extensión estaba conteniendo una política económica con la que Lugones se estaba también diferenciando de ese Estado que él podía ver como una obra permanente.
Al nombrar no solo el trigo y el maíz, sino también la caña, o las viñas de Mendoza, Lugones está hablando en contra del monocultivo, está diciendo: "ojo con un país que solo se apoya económicamente en tres elementos", como pueden ser el trigo, el maíz y la carne. También estaba diciendo, cuando nombra esta cantidad de cultivos distintos —el poroto, el rústico poroto—, "abramos el mapa". No nos concentremos en un país que solo está en la Pampa húmeda y en el Litoral, y por eso aparece el Noroeste, aparece La Rioja, aparece Santiago del Estero, aparece el Chaco (con el algodón), aparece Catamarca. Lugones dice versos escandalosos —"Reclamemos la enmienda pertinente/ del código rural cuya reforma,/ en la nobleza del derecho agrícola/ y en la equidad pecuaria tiene normas"— que no solo Borges destrozó en su Lugones, sino que inclusive los recuperó Juan José Saer en La vuelta completa (1966). Se trata de una escena de un examen de literatura y aparecen estos versos, como diciendo "uy, no, me toca Lugones", me toca "Oda a los ganados y a las mieses". Es notable lo impactantes que son estos poemas donde un poeta le reclama al Estado la enmienda del código rural. Poemas donde un poeta le dice al Estado "para que esta producción pueda ser eficaz, también necesitamos una legislación acorde". Justamente Lugones estaba pensando en una legislación que pudiera favorecer la subdivisión de la tierra, un modelo de granjas, no de latifundios.
Entonces, estos equívocos de lecturas nos permiten obviar una serie de problemas y de cuestiones. Porque en esos versos no solo está la presencia del poeta que le reclama al Estado, también está la convicción del poeta de a quién se está dirigiendo. Esos versos están en La Nación, es decir, Lugones era consciente de que sus lectores posiblemente lograrían decodificar el pedido que él estaba haciendo, como un par. Cuando se inaugura la Facultad de Veterinaria en los últimos meses del segundo período presidencial de Roca, el Ministro de Agricultura es el que da las palabras y por primera vez habla del granero del mundo. Es 1904, la inauguración de la Facultad de Veterinaria en Buenos Aires. Yo digo, hemos vivido una época donde hemos tenido el problema de tener que revisar la posibilidad de que fuera esa la imagen determinante de la Argentina. De hecho, en un momento, nuestra Presidenta llegó a decir: "necesitamos más que un granero, ser la góndola del mundo", pensando en esta cuestión del valor agregado, y de la necesidad de una industrialización, al parecer, siempre postergada.
De todos modos, tengo la sensación de que no vamos a poder generar ninguna nueva imagen —política, necesariamente política— y que involucre al Estado, si, por ejemplo, no nos animamos a revisar poemas como este, donde no solo aparece un Estado inicial, que está en nuestra genealogía, sino donde inclusive aparece algo que es tan importante: el Estado tampoco es un indiviso, el Estado es una tensión tan grande como la tensión social. El Estado está lleno de disputas, y este poema, "Oda a los ganados y a las mieses", de Lugones, hay que pensarlo afirmativamente en ese festejo del Centenario en relación al Estado y también hay que pensar que esa afirmación va acompañada de una necesidad de revisar, de contrariar, y de abrir los límites.
Sergio Raimondi
Bahía Blanca, EdM, Enero 2016
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