Si nuestras mantas fueran alas, por Daniel Macmillen Voskoboynik







Daniel Macmillen Voskoboynik (1994) nació en Londres, pero vivió muchos más años en Rusia y Latinoamérica. En 2014 se graduó en la Universidad de Cambridge, donde estudió Ciencias Políticas, Psicología y Sociología. Sus artículos y poemas han sido publicados en Poetica, Missing Slate, King’s Review, The New Internationalist, Open Democracy, Pacific Standard, Resonancias y en Escritores del Mundo, entre otros. Hace pocos meses ha dado a conocer Partituras al viento (Editorial Zikoren). EdM ha elegido algunos poemas que forman parte de la serie “Si nuestras mantas fueran alas”, que Macmillen Voskoboynik define como “un mapa poético de la crisis mundial de los refugiados” que “recorre fronteras, rutas migratorias y campos de detención, desde Siria a El Salvador”.


    Dice Macmillen Voskoboynik: “Vivimos en un mundo de particiones y partidas. Cada día, decenas de miles de personas cruzan fronteras de agua y tierra, aferrados a la ilusión de una vida mejor. Algunos viajan con pasaje y pasaporte. Otros van sin papeles, dispuestos a eludir las púas y las arbitrariedades del origen. Muchos no llegan nunca a su destino. La estadística, sin cara y sin nombre, cuenta que desde el 2000, más de seis mil restos humanos han sido encontrados en la frontera entre México y Estados Unidos. En el 2016, más de cinco mil personas murieron ahogadas en el mar Mediterráneo. Perdieron la vida huyendo por ella. Los textos de “Si nuestras mantas fueran alas” aluden a esos viajes, que van desde el mar de Arafura hasta la costa yemení, desde los montes de El Salvador a la pequeña ciudad nigeriana de Maiduguri que ha acogido a más de cien mil refugiados”.










Escrito en un salvavidas, Mediterráneo





Si me encuentran


llamen a mi madre.





Díganle que no llegué


que intenté pero no pude.





Si me encuentran


reconocerán mi cuerpo


por su nombre en mi boca.








Aguas de octubre, Lampedusa





los dos flotan


o vuelan


mirándose


en el lento columpio de la corriente





el beso umbilical


los ata en


un abrazo a distancia





Ella


cumplió la promesa de su abuela


fue madre por un instante


dio a luz en la oscuridad





murió viéndolo


abrir una vida


que terminó sin comenzar








La marea, Tajura





Esta es una casa.


Esta es una espalda.


Esta es una manta.


Esta es una mano.


Este es tu primo.


Esta es una alfombra.


Esto es un camino.


Esta es una canción.


Esta es una historia


Esto es un camión.


Esta es la fuerza.


Esto es el otoño.


Esto es un amigo.


Esta es la espera.


Esto es un juguete.


Esto es el aire.


Esto es un nombre, tuyo.


Esto es un mar.


Esta es una promesa.


Esto es








El horizonte, Akyarlar





El sistema métrico olvida


pero cada kilómetro tiene su propia distancia.





Algunos encajan en la punta de un dedo.





Algunos caben en nubes o respiros.





Algunos se calculan con árboles que pasan


o con tarjetas de llamada.





Otros miden el largo de una vida.








Grabado en una pared, Hodeidah





Si la muerte es inevitable


¿cuándo morirá la muerte?








Notas sobre una escena de crimen, Agadez





Manchas de sorda luz.


Perfume de escarcha.


Reliquias de llamas.


Botellas sudadas.


Hollín de respuestas.


Cuerpo arrastrado por aves.


Sura susurrada.


Purga de inocencias.


Pozo de polvo.


Silbido de asma.


Conteo de roturas.


Adioses estorbados.


Lenguaje en fuga.








Nailya, Nauru





nunca fui nada


solo la sigla de un ser





por eso libero


la tinta en estos brazos


para que trace mi única semilla








Interrogatorio, isla de Manus





08:08


me fui de mi país


sin saber su nombre





10:29


estamos hechos de agua


yo de la que tragueé





11:53


¿cuánta muerte puede


entender una persona?





15:31


más que nada tengo miedo de mí,


del destino de mi recuerdo





17:12


disculpe pero no tengo esa respuesta


¿no sabe que las palabras


son el botín de la guerra?





18:44


no me gustan las leyes


pero ellas obedecen al universo








Firmado en las ruinas, Idlib





No me voy de aquí.





No abandono esta ciudad.





No dejo esta casa.





Dejo mi muerte


buscando a la vida


para que me regrese.








El shock de Asif, Dar’a





Nací en una aldea sin agua ni electricidad. Vivíamos en el campo, lejos de todo. Mi familia cultivaba verduras, y dos veces a la semana viajábamos a la ciudad en la carreta para vender nuestros productos en los mercados.





Salíamos en plena noche, y cuando nos acercábamos a las ciudades, a mí siempre me maravillaban sus luces en el horizonte. Eran como pequeñas estrellas, sembradas en la piel de lo oscuro. Cada mota, cada poro de albor, era un hogar. Para mí era magia.





Con el tiempo nos mudamos a la ciudad y ese recuerdo quedó abandonado.





Regresó de golpe el día que me aplicaron las tenazas. Suspenso, sentí el voltaje de la afonía. Mordí mi lengua. Escupí mis dientes. Perdí la conciencia.





Desperté en un charco, exclamando el nombre de mi padre.








El viaje, mar de Arafura





lo que rememoro es el estruendo


la furia de bramidos





las estrellas caían al mar y se ahogaban





nuestro barco de papel malescrito


crujía sobre rejas punzantes





yo aullaba, rogando por un ancla del azar


hasta que una lágrima


se desprendió del mundo


cayó en mi cara y


quemó mi lengua





Daniel Macmillen Voskoboynik


Londres, EdM, febrero 2017








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