Enero de 2013, una conferencia de Michel Serres sobre la generación “Pulgarcita”, por Paula Klein









Paris,
29 de enero de 2013, Anfiteatro de la Sorbonne. Michel Serres,
miembro de la Academia francesa, filósofo e historiador de las
ciencias, pionero en la creación de programas de educación a
distancia, marino y viajero de vocación, nos ofrece su propia
versión de la fábula de “Pulgarcita” o Petite Poucette.
En el marco del programa transdisciplinario “París, nuevos
mundos
”, la conferencia inaugural de Serres sobre el tema de
“La innovación y lo digital” propone una reflexión sobre los
desafíos de la entrada en un mundo digital.






La
conferencia se inscribe dentro de los interrogantes recurrentes del
filósofo. Ya hacia 1960 Serres pronosticaba que la lógica de Hermes
no iba a tardar en reemplazar a la de Prometeo o, dicho en otros
términos, que la sociedad de la producción iba a dar paso a una
sociedad de la comunicación. Desde entonces, las preocupaciones del
filósofo giran en torno a la cuestión de utilizar las nuevas
tecnologías para democratizar y ampliar el conocimiento. (Ver:
http://www.escritoresdelmundo.com/2011/04/sobre-las-letras-del-cuerpo-michel.html).




Hilvanando
recuerdos y anécdotas de juventud, Serres logra cautivar al público
que desborda el Anfiteatro de la Sorbonne. Según la versión del
filósofo, la generación de “Pulgarcita” –personaje de la
fábula infantil de Andersen– comparte con el “Pulgarcito” de
Perrault su valentía y coraje a la hora de realizar hazañas por
encima de sus posibilidades. En los dos casos, el ingenio y la
imaginación sobrepasan las dificultades materiales ligadas a las
dimensiones minúsculas de los personajes. Hacia el final de ambos
relatos, los protagonistas logran salir airosos de los avatares de un
mundo que no está hecho a su medida.





Trazando
un paralelismo con esta fábula, el filósofo recuerda que a
principios de 1980 una generación ve nacer un nuevo mundo ligado a
las tecnologías de la información. Además de haber perfeccionado
un pulgar que le permite mandar mensajes de texto a una velocidad
vertiginosa, la Petite Poucette deberá reinventar las
instituciones pero también su forma de ser, de conocer y de “estar”
en el mundo. En este sentido, la revolución informática nos
enfrenta a la necesidad de re-crear una filosofía que esté “a la
altura” de la situación.






Quienes
lo conocen saben que se trata de su metáfora preferida, aquella que
ha venido utilizando de manera prácticamente recurrente durante sus
últimas entrevistas y conferencias. El filósofo señala que la
aparición de las tecnologías de la información marca un punto de
inflexión determinante; la generación analógica y la digital
habitarán desde entonces universos yuxtapuestos y distantes. En los
términos de su fábula, la brecha que separa a la generación
digital de sus antecesoras es equivalente a aquella que media entre
“Pulgarcita” y sus padres. En el inicio del siglo XXI, con la
aparición de dispositivos como las computadoras portátiles y los
teléfonos inteligentes, la Petite Poucette de Serres “Tiene
ahora el mundo en su mano” (“tenant main-tenant le monde dans
sa main”
). Serres vuelve una y otra vez a desovillar la frase,
la hace jugar como un estribillo recurrente y nos interpela: ¿Cuántas
grandes revoluciones ha experimentado la humanidad en lo que hace a
la transmisión y la conservación del conocimiento?






El
filósofo reconoce tres revoluciones que se caracterizan por la
transformación de los soportes materiales del discurso. Serres hace
referencia a la invención de la escritura, a la aparición de la
imprenta a mediados del siglo XV y, finalmente, a la revolución
informática de nuestros días.






La
primera etapa corresponde al casi mítico pasaje de la oralidad a la
escritura. Si en el marco de la cultura oral la memoria constituye el
soporte exclusivo del pensamiento, la invención de la escritura
aparece como una primera etapa en el largo proceso de
“externalización” de nuestras funciones cognitivas. A mediados
del siglo XV, la segunda revolución estará marcada por la
invención de la imprenta. La multiplicación y difusión de los
escritos inicia un largo proceso de transformaciones en las formas de
leer que modifica por segunda vez nuestra relación con el universo
de los discursos. El conocimiento se difunde a una velocidad
inusitada y cada hombre tiene acceso a una cantidad de lecturas
exponencialmente mayor. Serres observa que el pasaje entre una
lectura de tipo intensiva y otra de tipo extensiva
coincide con la aparición de las bibliotecas personales. Finalmente,
la revolución informática se halla ligada a la aparición de las
tecnologías de la comunicación que comienzan a desarrollarse a
partir la segunda mitad del siglo XX.





Al
margen de sus particularidades, las tres revoluciones se caracterizan
por la puesta en crisis del modelo inmediatamente anterior en lo que
respecta a la dupla “soporte/mensaje”. Serres observa que a
medida que las capacidades del hombre se desprenden del soporte
material de su cuerpo, la sensación de estar siendo víctimas de una
“pérdida” se intensifica. Lamentamos la pérdida de nuestra
memoria y tememos las consecuencias imprevisibles de la aparición de
cada nuevo soporte discursivo. Serres recuerda la reflexión de
Montaigne sobre las ventajas e inconvenientes que implica el pasaje
del conocimiento desde la abstracción de su memoria a la
materialidad de su biblioteca. En cada estadio, insiste el filósofo,
el cuerpo del hombre pierde habilidades y externaliza
funciones.





Llegada
a este punto, la fábula de Serres introduce una curiosa bifurcación
acerca del origen del nombre “computadora”. El filósofo rememora
una anécdota de su juventud que muestra la productividad de las
colaboraciones entre científicos y representantes de las ciencias
humanas. La primera computadora –evoca el filósofo– acababa de
llegar a la École Normale Supérieure de París (ENS).
Científicos y matemáticos sopesaban las alternativas para traducir
el término “computer” al francés. Mientras tanto, unos
estudiantes de filosofía se acercan intrigados para discutir con sus
colegas los usos de la reciente adquisición. En el curso de la
conversación, un matemático vuelve a la cuestión del nombre y
propone una traducción prácticamente literal del inglés:
“contador” (compteur). El término es rápidamente
descartado ya que no transmite la pluralidad de funciones que el
curioso aparato permite llevar a cabo. De repente, un filósofo
propone una noción proveniente del campo de la teología medieval:
deux ordinateur”, el Dios que pone orden en el mundo.






La
idea de la “ordenación” persiste en el término francés
ordinateur”. La singularidad de las computadoras
consiste, siguiendo la reflexión del filósofo, en dar un nuevo
orden a las coordenadas espacio-temporales que transformarán el
universo de la generación de Pulgarcita. “Teniendo el mundo en la
mano”, Petite Poucette abandona el espacio métrico para
habitar un espacio virtual. En la era de las tecnologías digitales,
recuerda un Serres próximo a las reflexiones de Paul Virilio, las
distancias se anulan y el tiempo se impone al espacio.






El
“pequeño mundo” de Petite Poucette contiene toda
la gente, toda la información y todos los espacios. En poco tiempo,
su dirección de correo electrónico ha reemplazado definitivamente
la de su domicilio. Petite Poucette sabe que el hombre es un
animal en cuyo cuerpo se inscribe el estigma de la pérdida. Sin
embargo, ella reconoce que si el cuerpo pierde, las funciones que se
externalizan alcanzan un potencial ilimitado.






Serres
cierra su conferencia con una ronda libre de preguntas que propone
abrir el debate. Inquieto por dar un cierre más conclusivo a la
conferencia, un hombre mayor insiste: “Pero, si el hombre no
hace más que perder, ¿hacia dónde vamos finalmente?”
.
Aclarando con un tono alegre que no pretender encarnar la voz del
deux ordinateur, la respuesta de Serres nos envuelve en un
misterio simultáneamente inquietante y seductor: “El hombre no
es, él puede”.






En
este uso del “potencial” que fascina al filósofo se cifra la
esperanza de que la llamada “brecha digital” pueda contribuir a
acortar la “brecha social”. Todo un desafío, y acaso un llamado
de atención, para la apertura de un programa que alienta el diálogo
y la colaboración entre ciencias, humanidades y empresas.












Paula
Klein




París,
EdM, marzo 2013


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