Eduardo
Bianco compuso la letra
y la música de “Plegaria” en 1929, y se lo dedicó a Alfonso
XIII, el rey que en poco tiempo sería derrocado por la República
Española. El tango decía entre sus versos:
Cuando el sol se va ocultando (una plegaria)
y se muere lentamente (brota de mi alma)
cruza un alma doliente (y elevo un rezo)
en el atardecer.
Murió la bella penitente,
murió la arrepentida,
voló muy lejos de esta vida,
se fue sin quejas ... tímidamente.
Había
llegado a Europa en 1925, a los 33 años. En París, Bianco participó
en la orquesta del bandoneonista Manuel Pizarro, que tenía como
pianista a Joaquín Nin, el padre de la escritora Anaïs Nin. Después
se unió a otro argentino, Juan Bautista Deambroggio “Bachicha”,
y pronto iniciaron juntos una gira por España. Ya de vuelta en
París, a fines de 1926, grabaron para Odeón, pero las diferencias
entre ambos demoraron poco en volverse insoportables: Bachicha no
quería moverse de Montmartre y Bianco quería conquistar el mundo.
Ya solo y con su propia troupe,
Bianco hizo una gira por Italia donde llegó a conocer a Benito
Mussolini. Más tarde emprendió un tour
por Egipto, El
Líbano, Berlín, Moscú, Nueva York, y Francia, donde en 1937 fue
detenido bajo la acusación de ser espía de Mussolini. De todos
modos se sobrepuso de aquello y dos años después, ya en Berlín,
grabó su tango “Destino”, dedicado al Duce. Según asevera Nardo
Zalko, sus simpatías nazifascistas no eran malentendidos ni
cuestiones recientes; la partitura de “Evocación”, grabado en
Francia en 1931, destacaba con toda elocuencia “A su excelencia
Benito Mussolini”.
En
1939, actuando en La Scala de la Friedrichstrasse, pleno corazón de
Berlín, Eduardo Bianco deleitó a un selecto grupo de invitados, en
una velada preparada especialmente por la Gestapo: Bormann, Hess,
Goebbels y Adolph Hitler. Atento a la fascinación que despertaba el
tango en Hitler, el ministro plenipotenciario de Argentina en la
capital alemana, Eduardo Labougle, ofreció un asado criollo en su
honor en los jardines de la embajada. La orquesta de Bianco se
encargó de amenizar la comida y uno de sus músicos, el
bandoneonista Juan Pecci, ofició de asador.
Cuando
Pecci vio a Hitler acercarse a la parrilla, se quedó tieso como un
soldadito de plomo. El Führer soltó las manos que llevaba
entrelazadas por detrás para llamar con un gesto a uno de sus
acompañantes y que le sirviera de traductor.
-El
Führer dice que no entiende por qué los corderos no están sobre el
fuego.
-Dígale
al Führer que el asado argentino no se hace sobre las llamas sino
sobre las brasas, y muy lentamente.
Hitler
sonrió ante la traducción y siguió observando atento los tres
corderos sobre la parrilla.
-El
Führer quiere que le diga que todos los días se aprende algo nuevo.
-Dígale
que nosotros decimos lo mismo en mi país.
El
alemán no tradujo eso último y Pecci se sintió incómodo de haber
pronunciado algo indebido. Y mucho más después, al notar que Hitler
no probaba la carne, disculpándose de que excedía su régimen
alimentario.
Otra
vez, en 1941, mientras Bianco y su orquesta tocaban en La Scala,
debieron interrumpir su actuación a causa de un ataque aéreo. Ocho
horas se prolongó lo que fue el primer bombardeo a Berlín; ocho
horas en la que el violinista y sus músicos estuvieron refugiados en
los sótanos del music-hall. Hay quienes dicen que desde ese día
comenzaron sus ataques de asma. Pero ni siquiera la falta de aire
detuvo el negro fervor de Bianco, que actuaría en diversos actos
de la plana mayor nazi en el Palacio de Deportes de Berlín. El
excepcional poeta Enrique Cadícamo aseveró sin dobleces en una
entrevista de 1995: “Bianco trabajaba para la Gestapo”.
Estando
en París al producirse la Liberación, Bianco fue detenido bajo la
acusación de “colaboracionista”. Aunque al poco tiempo lo
dejaron en libertad, no hubo músico argentino ni uruguayo que no le
diera la espalda. Se lo sabía delator de “músicos rojos”.
Eduardo Bianco regresó a Buenos Aires y en cuanta nota periodística
tuvo a su alcance se ocupó de decir que estaba “limpio” y que
los servicios ingleses lo habían investigado durante los ocho meses
que vivió en España después de la guerra. Dijo también que fue la
Gestapo la que una y otra vez le había impedido huir de Europa.
Nadie le creyó.
Murió
en 1959 a causa de sus afecciones respiratorias, once años antes de
que Paul Celan se suicidara arrojándose al Sena. El poeta había
sido víctima de los campos de concentración, donde murieron sus
padres, y a los 27 años, en 1947, publicó en rumano el poema
“Tangoul mortii” (“Tango de la muerte”) que en su versión
alemana, lengua en la que se lo reconoce como el mejor poeta de
posguerra, lleva el título de “Todesfugue” (“Fuga de la
muerte”):
Negra
leche del alba te bebemos de noche
te
bebemos a mediodía la muerte es un
maestro
venido de
Alemania
te
bebemos en la tarde y la mañana bebemos
y
bebemos
la
muerte es un maestro venido de Alemania
sus
ojos son azules
te
hiere con una bala en la casa tus cabellos de
oro
Margarete.
Es
que en el campo de concentración de Janoska, no lejos de Czernowitz,
ciudad natal de Celan, los SS exigían a un grupo de violinistas
judíos que tocaran una melodía que llamaban “Tango de la muerte”,
mientras unos cavaban tumbas, otros eran fusilados y los mismos,
todos ellos, serían asesinados. Ni aquel dolor está perdido ni
tampoco esa melodía, que es la de “Plegaria”, el tango de
Eduardo Bianco.
Miguel
Vitagliano
Buenos
Aires, EdM, marzo 2013
4 Comments
Excelente, Miguel.
ReplyDeleteSaludos,
Eduardo Rubinschik
Muchas gracias, Eduardo.
ReplyDeleteMVl
Y que malas las letras:" un alma de rodillas"!
ReplyDeleteNo solamente esto, toda la estructura del sentir es fascista:
sumisión, culto de la belleze de la muerte, y formando una leyenda de la penitente.
Totalmente congruente con sirviendo a Alfonso y Adolfo.
Excelente,
Wolfgang Karrer
Esta canción la escuché de un serenatero venezolano ANDRÉS CISNEROS y me cautivó desde esa primera vez que la oí, siendo muy niña, tengo 71 años hoy y es cuando encuentro su historia que para nada la letra de PLEGARIA me parece nazifascista y no le encuentro relación alguna ni con Musoline ni con Hitler, eso en cuanto a la composición letra y música, otra cosa es la inclinación política del autor. Pero al César ¡lo del César!
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