La West-Eastern Diván en Buenos Aires, por Alcides Rodríguez











Johann Eckermann no salía de su asombro cuando, en medio de una charla sobre tecnología de arcos y flechas, Goethe le preguntó si le interesaba ver un legítimo arco bashkir. El escritor lo llevó a un gabinete de curiosidades que tenía en el jardín de su casa. “Aquí lo tiene usted - le dijo a su amigo - está tal y como estaba cuando en 1814 me lo regaló un cabecilla bashkir. ¡Vaya! ¿Qué me dice usted?” Goethe hablaba aquí de su primer contacto directo con el mundo musulmán, cuando el ejército imperial ruso que venía derrotando a Napoleón a lo largo de Europa acampó en Weimar. Entre las tropas del Zar había algunos regimientos compuestos por grupos étnicos bashkires, de religión islámica. En carta a un amigo Goethe describía sus impresiones acerca del oficio religioso musulmán celebrado en la escuela protestante de la ciudad y contaba los pormenores de su encuentro con el “cabecilla bashkir” que le había regalado el arco. Ese mismo año leyó por primera vez el Diván del poeta persa Hafiz, encendiendo en su alma un intenso entusiasmo por la poesía persa y sufí. Bajo su influjo publicó en 1819 el Diván de Occidente y Oriente, una antología de poesía ambientada en el mundo musulmán. Convencido de estar viviendo tiempos de advenimiento de la literatura universal, Goethe iba con su nuevo libro al encuentro del Otro, reconociéndolo y reconociéndose al mismo tiempo en él. ¿Qué mejor que encabezar el feliz encuentro con la palabra Diván, término árabe que designa una colección de poesías en árabe, persa o turco? En carta al canciller Friedrich von Müller, Goethe sostenía que si la confianza y la sumisión a Dios son los cimientos de “toda religión mejor”, entonces el islam y el cristianismo reformado se tenían que dar las manos. Como se lee en el Diván










“¡Qué locura es esa de querer salirse


con la suya siempre!


Si Islam significa sumisión a Dios


es lo procedente


que todos queramos ser buenos muslimes


en vida y en muerte”.






El Diván de Occidente y Oriente fue leído y cantado en toda Europa, en principio con música de Carl Friedrich Zelter, un compositor amigo de Goethe. Compositores como Schubert, Mendelssohn y Schumann se encargarían de elevarlo a otras alturas musicales.










En la misma Weimar de Goethe el crítico y teórico literario palestino Edward Said y el músico argentino-israelí Daniel Barenboim formaron a fines del siglo pasado una orquesta con músicos israelíes, palestinos y árabes. Proyecto musical y espacio de encuentro, la iniciativa busca construir puentes de entendimiento entre culturas atravesadas por el odio y la guerra. Las primeras reuniones de la West-Eastern Divan Orchestra tuvieron lugar en Weimar y Chicago hasta que en 2002 se estableció definitivamente en Sevilla, histórica capital de aquella España musulmana en donde cristianos, judíos y musulmanes convivieron pacíficamente durante siglos. En agosto de este año la orquesta llegó a Buenos Aires. En una de sus presentaciones interpretó, en forma de concierto, fragmentos de Tristán e Isolda de Richard Wagner. Si bien hubo expresiones de cierta perplejidad ante esta inusual presentación de la ópera, los elogios de la crítica fueron unánimes.


     La función porteña incluyó el Preludio, el Acto II y el Final. La historia de amor de Tristán e Isolda se desarrolla en un contexto de guerra entre pueblos celtas. Los amantes inician su relación de la peor manera: movida por el odio Isolda planea envenenar a Tristán y envenenarse ella misma para librarse de un casamiento no deseado. Brangäne, la doncella que ha recibido el encargo de distribuir el veneno, altera radicalmente los planes cambiando la mortal sustancia por elixir de amor, naciendo así una pasión que se expresa con toda fuerza y sutileza justamente en el acto II. Cuando Wagner escribió el libreto se inspiró en el amor exaltado que sentía por Mathilde Wesendonk, esposa del banquero suizo que era su admirador y protector. Un amor que se hizo más intenso cuando ambos trabajaron en los Wesendonk-Lieder, una pieza para piano y voz en la que él puso la música para acompañar cinco poemas salidos de la pluma de ella. La estrecha relación de los Wesendonk-Lieder con Tristán e Isolda fue destacada por el propio Wagner: la quinta canción, Sueños, tiene mucho que ver con el acto II. Y si de amor entre artistas y esposas millonarias se habla, no está de más recordar aquí que Goethe escribió el Diván de Occidente y Oriente cuando vivía una intensa relación amorosa con Marianne Willemer, cónyuge de otro banquero. El Diván es en realidad fruto de una obra conjunta, dado que Marianne escribió buena parte de los poemas, según se lo confesó a Hermann Grimm cuando la visitó en Frankfurt en 1849.










Joseph Freiherr von Hammer Purgstall, el gran orientalista traductor de la versión del Diván de Hafiz que Goethe tuvo entre sus manos, describió en el prólogo las condiciones en las que el poeta había compuesto su obra: “mientras en torno suyo se derrumbaban los imperios y tronaban las armas de los usurpadores se entretenía cantando, con serenidad imperturbable, al ruiseñor y la rosa, al vino y al amor”. De manera similar al elixir utilizado por la doncella Brangäne, el sublime arte de la West-Eastern Diván Orchestra revivió en Buenos Aires el apasionado amor de Tristán e Isolda. Y siguiendo la huella del poeta tan admirado por Goethe, lo hizo en momentos en que el odio y la guerra vuelven a sacudir la tierra natal de sus músicos.


Alcides Rodríguez


Buenos Aires, EdM, octubre de 2014

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