A propósito de Habla Clara de María Pía López, por Ximena Espeche







El
texto fue leído en la presentación del libro a comienzo de
noviembre de 2012.



La
novela
Habla Clara fue
editada por la editorial Paradiso, de Buenos Aires.








Quiero
agradecer a Pía por invitarme a leer y presentar su novela. Ojalá
que muchos de ustedes lean pronto la novela y les pase lo que me pasó
a mí: me dieron ganas de leer más, de escribir más.





Por
eso, armé un pequeño texto que se llama “Cover”.
1
Es una puesta en escena de lo que a mí me parece que es uno de los
principales “temas” de la novela. Tanto en lo formal, los
procedimientos para narrar, como en lo que se cuenta. En el qué y el
cómo. Es decir, la bendición y maldición de las palabras; y, a la
vez, de cómo se construyen los silencios. Que también son bendición
y maldición, que también se arman con palabras.








Así
que lo que les voy a leer/contar es un breve texto hecho en parte con
palabras de la propia novela; con palabras de un texto de Pía sobre
Blanca Luz Brum que no está en la novela y que leí ya hace unos
años y, con algunas de mis palabras. Ahí va:





Cover


No
se debe olvidar que el relato no es lo aledaño, superfluo y
posterior a los ´verdaderos´ hechos. Antes bien, es indicio de las
interpretaciones con las que alguien piensa los acontecimientos no
sólo después sino en el momento de vivirlos, no sólo para un
lector o espectador sino para sí mismo. Sartre, en la Crítica de la
razón dialéctica, señalaba esta situación de persistente doblez:
se es el que actúa, se es el que imagina el personaje que se actúa.
El actor, escribe, que hace de Hamlet es a la vez un profesional que
sabe un argumento y un hombre atenazado por un fantasma paternal”








Eso que leí no lo
escribí yo. Lo escribió Pía hace un par de años. Y así empieza
mi cover. Una palabra en inglés que tiene muchos significados. Esto
que leo es un cover, unas variaciones sobre la novela, unas
reescrituras. Sobre la novela que cuenta a muchas voces una y varias
historias. Cuenta un crimen.





Porque cover quiere
decir tapadera –como lo que se cuenta en esta novela de la relación
entre el supuesto abuelo de Clara y Clara-; pero cover también
quiere decir ocultar –como la identidad del abuelo que no es
abuelo, o lo que dicen los chismes que hablan sobre Clara y ese
hombre-. Y elijo cover porque otro de sus sentidos es el de refugio
–como las palabras de Clara para ella misma, lo que se cuenta a sí
misma: las versiones de Caperucita Roja que se narra para ella sola y
que después le narra a otros (las versiones de Caperucita Roja para
mí son covers del cuento infantil).






O como ese refugio
ensordecedor de otro personaje de la novela, la
taquígrafa-escribiente; personaje y narrador a un tiempo, quizá uno
de sus hilos conductores. El refugio es un subsuelo de quien sabe qué
organismo de justicia, donde la taquígrafa transcribe las palabras
de otros: de Clara, del pseudo abuelo, de los pseudo testigos.





Cover además es
“cubrir” un suceso, un hecho, como en el periodismo –porque ahí
están los periodistas de la novela esperando el suceso- y, sigo,
cover significa incluir: y la novela incluye muchas voces, está
armada por muchas voces, por todas las historias que están incluidas
en esas voces-.






No me olvido del
cover de una canción, una variación, sobre lo ya dicho, lo ya
cantado, lo ya contado. Y es un género en particular que me gusta,
ese del “cover”.





Dice Clara,


Estoy
explicando cómo era la nena y por qué tardó tanto en cumplir su
misión. Y cuando llega a la casa y ve al lobo disfrazado en vez de
darse cuenta rápido le hace preguntas. Y raras, no le dice abuelita
¿por qué tenés las orejas tan grandes? como yo le diría sino ¿por
qué tienes las orejas tan grandes? Para mí, es porque ya se había
dado cuenta que no era la abuela la que estaba en la cama y entonces
no le salía hablarle como siempre.





Para hacerles el
cover tomo de la novela las palabras que propone, las que oculta, las
que cambia. Así leo una cita escondida y explícita al poeta
Leónidas Lamborghini (quien a su vez en muchos de sus poemas
reescribe desde un tango a “La razón de mi vida”; desde un poema
del español Quevedo hasta el himno nacional); también agarro los
cuentos para niños, sobre todo Caperucita Roja, que Clara cuenta y
recrea y redefine en su propio contar, como recién escucharon; los
cuentos que fueron primero relatos orales y después fueron
transcriptos y fueron esos que a mí también me llegaron en
versiones para niños.





Dice Clara, de
nuevo,



Conoce el cuento, sí?,
¿seguro que no quiere escucharlo? A todos les gustaba que se los
cuente. No sé, cuatro, cinco años. Muchísimo hace. Una niñita
tenía que ir a lo de su abuela, con una canasta llena de alimentos.
Su mamá no podía acompañarla y la nena salió sola. Bueno, no sigo
si no quieren. Pero es una historia verdadera si no no la diría.
¿Qué preguntaba entonces? Claro. Como Caperucita, como todos. Me
querían. Yo también. Qué preguntas raras. Todo cambió una vez. El
destino señala con su dedo implacable los elegidos. Él lo
explicaba. Es difícil saber cuando una es chica como antes yo y las
instituciones están siempre dispuestas a enajeparte con sus anillos
opresores y con sus tentáculos seductores. Sí, enajeparte es
sacarte la parte tuya y hacerla ajena, ¿no? Lo hacen con la
idiología, ponen en tu cabeza lo que viene de la sociedad, la
escuela, la familia, las instituciones, la iglesia. Falta hacer
caminos libres de coacciones, para encontrarse con el apropiado
destino.






Y repito: sacarte la
parte tuya y hacerla ajena. La novela funciona al revés, saca partes
de todos lados y las vuelve suyas. Como los relatos de los vecinos
del conventillo donde vive Clara, que sacan información de todos
lados según lo que ven y lo que no ven, lo que imaginan, lo que
suponen verdadero, lo que suponen falso. Todos tienen sus versiones
sobre Clara. Así una vecina dice casi la historia de telenovela (y
de vuelta aparece camuflado el cuento de hadas): la chica pobre o
ignorada que resulta ser toda una princesa, fuera del presente:





Mi
hija de chica era un diablo no la podía tener quieta corriendo de
acá para allá y vea esta nena tan tranquilita con unos modales que
no se imagina. Si la viera comer sentada en la cocina parece hija de
príncipes de sangreazul la corrección y cómo se dirige a una no es
confianzuda como los chicos de hoy.






Y ahora para
terminar con el cover me detengo en la voz de la
taquígrafa/escribiente de la justicia. Ella desgraba y escribe lo
que escucha e incluye su propia voz: a veces como una puteada, un
análisis, una confesión, un rezo. O todo eso junto. Y quiero
pararme en esa suerte de poema, un cover, del rezo a la Virgen
Desatanudos, que yo llamo “poema de la taquígrafa”:





Poema de la taquígrafa


(…)


la
escribiente anota un rezo:


Vos
la desatanudos


vení
para desatar las lenguas


de
los que quieren hablar y se les traba


-la
lengua claro


como
si fueran tres tristes tigres


y
quisieran comer garbanzos


vos
la desatanudos vení


y
traete a los ratones comedores


para
que se anoticien un festín


de
lenguas fofas, las que se mueven


dentro
de las bocas


al
único compás


de
lo que les mandan


vos
desatanudos vení


ya
que sos tan virginal


y
hacé algo para anudar


mis
balbuceos a la vida


¿o
me querés bamboleante


en
la horca


con
el nudo bien hecho


y
la lengua afuera?)





Según los
entendidos en rezos, en ese nombre de la virgen está el nombre del
maligno. La virgen “De
satanudos”
tuvo que cambiar su nombre por otro: la Virgen “desatadora de
nudos”. El rezo-poema de la taquígrafa es el texto en la novela
que para mí mejor pone en escena esto: de las palabras como
bendición y como maldición. Como dijo Pía hace años, esa
“situación de persistente doblez”. 









Ximena Espeche

Buenos Aires, EdM, noviembre 2012



 



1
Cover: en música, y en inglés, es revisitar un
tema musical. Puede ser copiarlo sin variación. O hacer un nuevo
tema, con el original. Elijo lo segundo.





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